Hoy he visto circular una foto por las redes sociales en clave de humor, con un lema que decía: “ Solo ha sido un pequeño problema de dislexia”. He pinchado en el enlace y lo primero que leí fue: “ Los dislexicos también somos persianas”, a modo de chiste... ya no quise leer más. Automáticamente me vino a la cabeza una imagen: yo, con 10 años, entrando en el aula y escuchando a mis compañeros, a mis amigos: ¡eres una persiana! ¡eres una persiana!.
La dislexia es una dificultad de aprendizaje que afecta a la habilidad lectora y escritora del niñ@, y como en otros trastornos del aprendizaje, la dislexia produce consecuencias emocionales en los niñ@s que pueden llegar a ser graves. A las dificultades que acompañan un bajo rendimiento escolar, se suman las situaciones de estrés sufridas en la familia, por el coste de recursos, tiempo, dinero y esfuerzo.
La dislexia afecta al desarrollo emocional.

Un disléxico lee y escribe con dificultad aunque su capacidad cognitiva sea normal, de hecho, debido al esfuerzo extra que deben realizar y el empleo de otros recursos disponibles, estas personas suelen poseer una inteligencia lateral superior a la media, pero esta dificultad les lleva a invertir grandes dosis de esfuerzo y tiempo para cumplir un curriculum académico dentro de la normalidad, a costa de no usar ese tiempo en otras actividades como el deporte, la socialización, el juego, etc. Tan importantes para un cerebro en desarrollo como lo es saber leer o escribir. Aún así, normalmente, este esfuerzo no se ve recompensado, ya que en la escuela/trabajo se le exige lo mismo que a cualquier otro niñ@, y los resultados finales serán habitualmente más pobres, lo que afectará a su autoestima, a la creación de un autoconcepto negativo, dando lugar a conflictos con otros compañeros y situaciones de estrés añadidas que, como resultado, darán una experiencia negativa durante los años escolares, pudiendo considerar esta como una costosa travesía difícil de superar.
Los efectos psicológicos derivados de la dislexia pueden ser
extensos, aunque los más comunes son: inseguridad personal, temor excesivo a
equivocarse, desmotivación, sensación de impotencia, minusvaloración
generalizada y anticipación negativa de los resultados, y frustración que en
algún momento puede originar problemas de conducta, ansiedad y trastornos
somáticos.
Es importante visibilizar la dislexia, dar a conocer una dificultad que nada tiene que ver con la inteligencia y priorizar los efectos emocionales de la misma, que desde luego para quién la sufre no es graciosa. Si no nos gustan los chistes machistas o xenófobos, nunca deberíamos ser tolerantes y permitir chistes o “humor” sobre personas que tienen una gran dificultad, que afecta a su autoestima, y mucho menos en niñ@s donde su personalidad aún se está formando y que son tan vulnerables a la aprobación de los demás.

Volviendo al principio…¿Sería gracioso saltarse el SOPT y tener un accidente? ¿Sería gracioso que alguien nos impactará después de saltárselo y que no se hiciera
cargo de los daños, porque no había ningún stop?
Desde este espacio, solo pretendo sumar mi pequeño grano de arena para concienciar sobre los efectos emocionales que en un niñ@ puede tener un simple chiste,dar visibilización y sensibilización a este problema y acabar haciendo un pequeño homenaje de agradecimiento por el trabajo que realizan desde las asociaciones de familiares, como es el caso de AGADIX ( https://agadix.es/es-es/ ) en Galicia.
Miguel Pérez Illodo
Neuropsicólogo educativo y director delCentro Thálamus