Muchos niñ@s presentan miedo a dormir solos. Se refleja en conductas nerviosas, llantos, excusas para evitar irse a la cama y molestias como dolor de estómago, entre otras. Las llamadas a sus padres pueden ser constantes: quiero luz, quiero agua, quiero pis… Esto puede dar lugar a que a lo largo del día se muestren cansados, irascibles y se concentren peor. El resultado llegaría incluso a repercutir a nivel escolar, y como padres es habitual que nos preguntemos cómo podemos ayudarles a que aprendan a dormir solos sin dramas ni berrinches.
Cuando imaginamos como será la paternidad nos vemos a nosotros mismos asomados a una cuna con ojitos tiernos mirando a la criatura…La realidad, a menudo, nos despierta con un toque de drama que nada tiene de tierno. Nos damos cuenta después de unas cuantas noches de paseos, patadas en cama, dolores corporales varios y distanciamiento entre la pareja (del tamaño de un niño entre ambos).
Para no dar lugar a interpretaciones erróneas, he de decir que en mis 18 años como madre he vivido en mis carnes todo tipo de noches. Han sido tan variadas como diferencias encontramos entre un niño y otro y entre diferentes etapas en un mismo niño. De hecho, a día de hoy aún las vivo: desde el pequeñajo independiente que duerme solo desde el primer minuto de su vida y te hace añorar pataditas, achuchones y despertares juntos, hasta la que pensabas que nunca te iba a soltar…Y antes de que te des cuenta, ves como te da las buenas noches y se va sola a sus aposentos, aunque siempre dispuesta a quedarse contigo si la invitas, claro… Pero el proceso, en este caso, requirió de sus propios tiempos y ritmos y una ayuda para que lograra por fin dormir en su cama.
"El sueño va ligado a nuestro desarrollo, y por tanto se encuentra en constante cambio. Va modificándose según vamos creciendo, de manera progresiva aunque no constante ni siempre en la misma dirección ni al mismo ritmo, como sucede en el resto de los procesos de evolutivos."
En la etapa que abarca de los tres a los cinco años puede aparecer además el temor a la oscuridad. Antes ya existe, como muchos recordamos (y vivimos), la necesidad de cercanía y contacto durante la noche para lograr un sueño “profundo».
Forma parte del proceso evolutivo del niño, y de su sueño, por lo que adaptarnos a la situación requerirá analizar las necesidades del conjunto bebe-padres y descubrir la “formula ideal”. Esta no será otra que la que nos permita descansar el mayor número de horas posible. Claramente requiere de paciencia y de ensayo y error en la búsqueda de las estrategias que faciliten ese descanso. Las opciones más comunes son tan diversas como la práctica de colecho, el acompañamiento en su propia habitación, intentar calmarlo para que duerma en su cuna…
Los resultados están condicionados por las características de personalidad, apego y necesidades del niño, con consecuencias que pueden ir desde aceptar ese distanciamiento a incluso llegar a aumentar la demanda como parte de ese desarrollo madurativo normal.

Evolución a partír de los 3 años
Pasadas esas etapas, en ciertos casos, la persistencia de la necesidad de compañía puede ser interpretada como un problema que impide al niño llegar a conciliar un sueño reparador por sí mismo o mantenerlo a lo largo de la noche. Para alcanzar un adecuado nivel de descanso, sería importante, siempre que esta demanda suponga un problema para la familia o el niño/a, llegar a indagar la causa para ponerle solución.
Algunas posibles causas pueden ser:
• Miedo a la oscuridad.
• Pesadillas.
• Terrores nocturnos.
• Malos hábitos en relación con la hora de acostarse.
• Personajes que dan temor en películas.
• Convertir la acción de irse a dormir en un castigo.
10 "Briconsejos" para ayudarles a dormir solos y no morir (de sueño) en el intento.

Alexia López
Psicóloga Infantil y Juvenil, experta en Educación Emocional y Dificultades de Aprendizaje
- Brindar seguridad, disponibilidad y cercanía.
- Instaurar buenos hábitos de sueño. Por ejemplo estableciendo horarios constantes, con actividades previas que generen tranquilidad, en un ambiente de descanso independiente…
- Crear un ritual a la hora de dormir. Mediante cuentos, canciones, un muñeco, apagado de luces…
- Controlar las siestas, evitándolas especialmente en la segunda mitad del día.
- Explicarle cálidamente que aprenderá a dormir solo (y creérnoslo).
- Decirle lo valiente que es y que lo va a lograr . Reforzando su autoestima reformularemos su visión del problema y le daremos el empujón necesario para hacerle frente: a este, y cualquier otro.
- Hablarle de la importancia del descanso para que al día siguiente todos nos sintamos mejor (y podamos jugar más, hacer cosas más divertidas, estar de buen humor…).
- Evitar llevarlos a dormir a cama de sus padres. La rutina debe empezar y terminar en su espacio, si lo que buscamos es que el habito se desarrolle allí.
- Como siempre que me refiero a los niños, kilos de paciencia, porque no es fácil, ¡Pero la verdad es que funciona!
- Acompañarle, sin miedo a volver atrás, a que nos “tome la manta”, a que no avance… Puede que hoy no sea el día, pero mañana estará preparado, sin duda, y aunque no lo pensemos ahora mismo, en un tiempo echaremos de menos ese calorcito bajo las sabanas buscando la seguridad que solo puede encontrar en nuestros brazos.
Como recomendación para todos aquellos que deseéis saber más sobre el sueño, como proceso evolutivo y sus principales características os dejo la amena lectura de Rosa Jove, «Dormir sin lagrimas».
Y como no os emplazo a que nos acompañéis cada semana en nuestras próximas entradas del blog. Seguiremos hablando sobre desarrollo infantil, crianza, aprendizaje y neuropsicología y como aplicarlo a tu vida familiar y personal.
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